Columnas de Opinión / Hugo Dibarboure Rossini / ¿Por qué elegir la vacuna hexavalente acelular?

14/12/2025

Dr. Hugo Dibarboure Rossini

Hace unos días me enteré del fallecimiento de la Dra. Gloria Ruocco. Nuestra familia le tenía un gran afecto: fue la pediatra que recibió y atendió a mis hijos y sobrinos. Una persona maravillosa y una pediatra excepcional. Pero además de una gran clínica, fue también una notable epidemióloga. Tenía la capacidad de comprender los problemas mirando a los ojos, pero también observando el sistema “desde arriba”. Como responsable del Programa de Inmunizaciones de Uruguay, en mi opinión, Gloria es insuperable. Supo unir conocimiento y acción. No se discutía su dominio técnico; cuando proponía innovaciones o cambios en el programa, su voz no solo era escuchada, sino que lograba convencer incluso frente a impactos económicos significativos. Comparto esta historia como preámbulo al motivo de esta nota.

Los primeros años de la década de 1990 fueron claves para el desarrollo de nuevas vacunas. Las clásicas —difteria, tétanos, tos convulsa, polio, sarampión, rubéola, paperas y BCG— ya tenían décadas en el calendario. A ellas se sumaban influenza y neumococo (este último no incluido aún en Uruguay). Entonces apareció una nueva protagonista: la vacuna contra Haemophilus influenzae tipo b (Hib), basada en una técnica novedosa de conjugación de partículas antigénicas con proteínas. Sin entrar en detalles técnicos, esta tecnología permitió inmunizar a los menores de 2 años desde las primeras semanas de vida frente a un agente responsable de infecciones graves en tejidos estériles —sangre, meninges, encéfalo, pleura— con alta morbilidad y letalidad. En Uruguay se registraban unos 60 casos anuales, la mayoría en niños menores de 2 años, muchos de ellos requiriendo cuidados intensivos. El sufrimiento del niño, de su familia y del personal de salud era enorme, y la muerte añadía un dolor indescriptible.

Gloria fue clave. En agosto de 1994, gracias a su recomendación, el Ministerio de Salud Pública resolvió vacunar a todos los menores de 5 años. Los menores de 6 meses recibirían un esquema completo de 4 dosis; los mayores, entre 1 y 3 dosis según la edad. Más de 300.000 dosis en total. El gasto anual en vacunas rondaba entonces los U$S 0,5 millones para seis biológicos del programa sistemático. Esta intervención, en cambio, costó alrededor de U$S 1,5 millones: triplicó el presupuesto. Se necesitó sólidos argumentos técnicos y económicos para que la decisión política se concretara. Desde 1995, las 200.000 dosis anuales representaron cerca de un millón de dólares, el doble que en 1993.

El resultado fue asombroso: el mismo año los casos cayeron a menos de la mitad; en los siguientes, a menos de cinco, o ninguno. Ningún país logró algo similar, ni siquiera aquellos donde se había desarrollado la vacuna. Uruguay mostró su fortaleza en inmunizaciones, aplicando casi todas las dosis y cambiando para siempre la realidad de esta enfermedad: cero casos, cero muertes o casos aislados sin letalidad. Uruguay se volvió referencia, pionero e innovador.

La Dra. Ruocco también impulsó la adopción de vacunas combinadas. Así como la triple bacteriana y la triple viral eran parte del calendario desde hacía dos décadas, surgió la posibilidad de usar la tetravalente bacteriana (DTP-Hib). Uruguay volvió a ser pionero en América Latina en 1996. Poco después aparecieron las vacunas pentavalentes, cuya quinta valencia podía ser hepatitis B (HB) o polio inactivada (VPI, tipo Salk). Con apoyo de OPS se optó por hepatitis B, anticipándose a la región. Uruguay fue el primero en América Latina y uno de los primeros en el mundo en introducir la pentavalente con HB.

Ese proceso se detuvo en 1999. A comienzos del siglo surgió la vacuna hexavalente —la pentavalente más el componente faltante, ya sea HB o VPI— e ingresó rápidamente en los países de altos ingresos. Uruguay no lo acompañó. La razón: continuaba el debate regional sobre abandonar la vacuna oral contra la polio (VPO, tipo Sabin), pese a los casos asociados o derivados de ella. Recién en 2012 Uruguay pasó por completo a una vacuna más segura, la VPI, tan eficaz como la oral. Aunque la hexavalente ingresó al Fondo Rotatorio en 2015, no fue incorporada. Recién en 2025, con el diseño más reciente, Uruguay la adoptó y hoy integra el calendario. La hexavalente era un paso natural: simplifica la aplicación, reduce pinchazos, aumenta la aceptación familiar y cumple con los requisitos de seguridad e inmunogenicidad comprobados en ensayos clínicos. Como padre, como abuelo, y como profesional vinculado al tema, reconocemos el paso. Sin embargo, a nuestro juicio, fue un paso corto.

¿En qué se diferencian las vacunas hexavalentes?

Solo en el componente de la tos convulsa. Existen dos diseños: de célula entera y acelular.

La vacuna clásica, de célula entera, contiene la bacteria inactivada completa, con más de 3.000 antígenos. Solo cinco de ellos inducen inmunidad protectora; los demás explican la mayor reactogenicidad: fiebre alta, dolor, inflamación, convulsiones febriles, entre otros. Países como Japón y Suecia la discontinuaron en los años 80 por la presión de las familias ante estos efectos, pese a su efectividad.

La vacuna acelular, en cambio, selecciona y purifica solo entre 2 y 5 antígenos capaces de generar protección, reduciendo drásticamente los efectos adversos. Por eso es más segura, como demostraron los ensayos clínicos, y fue incorporada rápidamente por países de altos ingresos en todas sus combinaciones (triple bacteriana, tetravalente bacteriana, pentavalente y hexavalente). En América Latina, Panamá (2016), Chile (2018), México (2021), Paraguay (2023) y El Salvador (2024) la adoptaron para todos los lactantes; Argentina, Brasil y Colombia la incorporaron para prematuros.

La diferencia de costos ha sido uno de los principales argumentos en contra de una versus la otra. En 2025 la vacuna de célula entera cuesta U$S 4,9 por dosis; la acelular, U$S 21,5. Para Uruguay, un esquema anual de 4 dosis equivale a U$S 0,6 millones con la vacuna de célula entera y a U$S 2,2 millones con la acelular.

Pero ¿qué pasa con los otros costos?

La economía de la salud analiza los impactos de manera integral:

– consultas, emergencias e internaciones;

– gastos directos para las familias (traslados, medicamentos, cuidados de terceros);

– pérdida de productividad por ausentismo laboral.

Un estudio económico realizado este año para Uruguay por el equipo de CINVE-Salud al que formo parte, mostró que estos costos son mayores con la hexavalente de célula entera que con la acelular. Desde una perspectiva económica amplia, existen argumentos sólidos para optar por la vacuna acelular, especialmente porque los mayores costos afectan más a los hogares de menores ingresos, profundizando inequidades.

Un aspecto clave: la confianza en la vacunación

Hace años crece la preocupación por la confianza pública en las vacunas. La seguridad percibida influye directamente en la aceptación y en las tasas de cobertura, que son las que determinan el impacto real en salud. Mantener vacunas más reactogénicas aumenta el riesgo de la desconfianza, reticencia y disminución de coberturas, abriendo la puerta a la reaparición de enfermedades.

Uruguay —históricamente pionero, con un sistema de salud sólido, alto gasto público en salud, el mayor PIB per cápita de la región y políticas centradas en la primera infancia— merece considerar el cambio a la vacuna hexavalente acelular. Ofrece la misma efectividad que la de célula entera, pero con una seguridad claramente superior. La memoria es importante para tener claro el presente. El presente nos conducirá al progreso en el futuro. Por eso la cita a San Agustín: “el presente del pasado es la memoria; el presente del futuro es la imaginación; el presente del presente es la acción.”

 

 

 

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